Si alguna vez soñaste con darle caza a un T-Rex robótico en un mundo donde la naturaleza se ha liado a mamporros con la tecnología, Horizon Zero Dawn es tu billete de entrada. Creado por Guerrilla Games (sí, los de Killzone, esos que un día dijeron “¿y si en vez de soldados hacemos un sandbox con dinosaurios mecánicos?”), este juegazo aterrizó en 2017 para PlayStation 4 y más tarde en PC, dejando a medio planeta gamer con la mandíbula desencajada.
Lo que parecía “otro mundo abierto más” se convirtió en un bombazo visual y jugable donde las bestias de acero campan a sus anchas, las tribus humanas han vuelto a tiempos casi prehistóricos y el misterio está servido desde el minuto uno. Guerrilla se desmarcó de los shooters lineales y se marcó un universo propio, repleto de máquinas, lore y paisajes de esos que quitan el hipo.
¿El resultado? Uno de los juegos más icónicos de la pasada generación, capaz de mezclar acción, exploración y ciencia ficción a ritmo de flechazo y con una protagonista—Aloy—que pisa fuerte desde el primer minuto. Si te suena a locura, espera a ver cómo se juega.

Misterios, robots y clichés: La montaña rusa de la historia en Horizon
Horizon Zero Dawn te mete en la piel de Aloy, una marginada que vive en un mundo donde las máquinas dominan la naturaleza y los humanos han vuelto a formas de vida tribales. Desde el minuto uno, el juego plantea un gran misterio: ¿qué pasó con la antigua civilización? ¿De dónde salen las bestias robóticas? La gracia está en ir desenterrando respuestas poco a poco, con giros de ciencia ficción y exploración de ruinas que recuerdan a películas postapocalípticas.
El lore es uno de los grandes puntos fuertes del juego; está lleno de detalles y documentos para quien quiera empaparse de historia y contexto. La campaña principal tiene buen ritmo y consigue que siempre tengas una razón para seguir adelante, tanto si te va la acción como si te intrigan los secretos del pasado.
Eso sí, la narrativa de Horizon a veces tira de clichés: tienes el clásico viaje del héroe, el concepto de “la elegida”, tribus enfrentadas y algún que otro personaje que parece sacado del manual del RPG. Los diálogos y las escenas con NPC secundarios pueden pecar de fríos o forzados (más de uno parece hablar en modo automático), aunque Aloy como protagonista funciona y resulta fácil de empatizar.
Aunque no es la cima del género en desarrollo de personajes u originalidad narrativa, sabe entretener y mantener la curiosidad hasta el final. Si te gustan las tramas con misterios, tecnología olvidada y paisajes de ciencia ficción, aquí tienes material para disfrutar sin miedo.
Flechas, trampas y un déjà vu postapocalíptico
Horizon Zero Dawn toma prestadas muchas ideas de otros éxitos del género, combinándolas en un sistema jugable efectivo pero poco innovador. De entrada, la sensación es familiar: trepar por puntos marcados como en Assassin’s Creed, rastrear pistas modo detective cual The Witcher, y cazar animales (bueno, máquinas) para obtener recursos al estilo Far Cry. Aloy puede saltar, rodar, escabullirse entre la hierba alta y asestar eliminaciones sigilosas, mecánicas estándar que funcionan sin sorpresas.
Donde el juego brilla es en los combates contra las máquinas. Tenemos un arsenal variado: arco con distintos tipos de flechas, honda con bombas, trampas eléctricas, lanzacables para inmovilizar bestias, etc. Cada arma sirve para algo y ninguna sobra; de hecho, Horizon consigue que alternemos constantemente de táctica según el enemigo. Enfrentarse a un “atronador” (el T-Rex mecánico) no es lo mismo que a un pequeño vigía: si eres listo, estudiarás sus puntos débiles con el Foco de Aloy y planearás una emboscada con trampas, en lugar de lanzarte de cabeza. Pocos juegos dan tanta satisfacción como hacer explotar el cañón de un robot y luego usar ese mismo cañón contra él. Es épico y te hace sentir astuto.
Ahora bien, no todo es perfecto. A pesar de las opciones, tarde o temprano notas cierto patrón repetitivo. Muchos combates acaban reduciéndose a una rutina de rodar-disparar en el punto débil y repetir. El cuerpo a cuerpo, por ejemplo, es muy simple (básicamente un botón de pegar con la lanza) y se echa en falta más profundidad en ese aspecto. Y si te centras solo en limpiar iconos, la experiencia puede hacerse un poco mecánica. Pero si te dejas llevar por la historia y seleccionas bien qué misiones secundarias haces, el juego mantiene el interés y la diversión durante horas.


Craftea, saquea y no mires atrás
Aquí el arte de sobrevivir va de recoger todo lo que se mueva (o no): ramas, hierbas, piezas de máquinas, chatarra y pieles para mejorar tu inventario y fabricar munición sobre la marcha. El crafteo es rápido y sencillo: en un par de clics tienes más flechas o trampas listas, y rara vez te vas a quedar sin recursos porque el mapa está lleno de material, así que el mayor reto es no volverte un hamster acumulador. No esperes nada innovador: es el sistema típico de recoger, fabricar y mejorar que hemos visto mil veces, funcional pero predecible.
La progresión de Aloy sigue el manual del RPG moderno: ganas experiencia, subes niveles y desbloqueas habilidades en un árbol dividido en ramas (combate, sigilo y recolección). Es satisfactorio porque notas cómo pasas de novata a depredadora letal, pero si te dedicas a farmear secundarias pronto tendrás casi todo desbloqueado y el desafío desaparece. El juego premia al explorador y no abruma con microgestión: mejoras tu equipo, aplicas algún mod y a seguir cazando robots.
El equipamiento tampoco se complica: hay varios tipos de armas y trajes, con diferentes bonificaciones, pero la variedad no es enorme y la mayoría acaba usando sus favoritos todo el juego. Lo positivo es que no te ahogas en menús ni sistemas rebuscados. ¿Lo negativo? Si buscas profundidad y experimentación vas a echarlo en falta. En resumen: craftear y mejorar en Horizon es entretenido y va al grano, aunque sin sorprender ni revolucionar nada. Sirve para darle ritmo a la acción y poco más, que en un juego tan directo tampoco molesta.
Un mundo para mirar y escuchar
¿Lo primero que te suelta un guantazo visual en Horizon Zero Dawn? El paisaje. Sales de la primera zona y, boom, te encuentras rodeado de bosques enormes, montañas nevadas, desiertos de esos que secan la garganta solo con mirarlos, y ruinas futuristas que parecen sacadas de un documental de National Geographic… en el año 3000. Aquí Guerrilla mezcló futuro y pasado como si fuera lo más natural del mundo. Cada bioma tiene su propia personalidad, con su fauna robótica y su paleta de colores, así que cada vez que giras la cámara sientes que has cambiado de entorno. Es de esos juegos que te obligan a usar el Modo Foto solo para fardar en redes, y no te juzgo: los atardeceres aquí son para ponerlos de fondo de pantalla en la vida real.
Pero no se trata solo de posar bonito. El mapa es una señora barbaridad en tamaño y variedad. Allá donde mires hay algo: asentamientos con tribus a su rollo, calderos que parecen bases secretas de Terminator, zonas de caza y más iconos que en el escritorio de un diseñador gráfico desordenado. Y sí, Horizon sabe cómo tentarte a explorar: poder montar máquinas para ir a toda leche le da un gustito extra al moverte, y el viaje rápido es práctico (aunque el juego te hace currártelo con recursos para no abusar). El resultado es que apetece lanzarse a descubrir cada rincón, ya sea por vistas espectaculares o por ese síndrome del explorador que te entra en cuanto ves una cueva rara a lo lejos.
¿Y qué pasa con los oídos? Pues que tampoco se aburren. La banda sonora tira de épica tribal con toques electrónicos, mezclando percusión, voces y melodías que a veces son puro relax y otras te ponen tenso como una tuerca a punto de saltar. No es el típico “background” olvidable: aquí la música sabe cuándo dejarse notar y cuándo apartarse para que suenen el viento, los pasos sobre la nieve, o ese rugido metálico que te avisa de que un bicho gordo viene de visita. Los efectos de sonido están mimados: el zumbido de los cables de las máquinas, el crujido de la maleza cuando vas en sigilo, o los disparos del arco, todo suena donde y cuando debe, metiéndote más en el ambiente.
Y así, entre paisajes de escándalo y una banda sonora que nunca desentona, lo normal es que termines paseando más de la cuenta solo para ver (y oír) qué hay en la siguiente colina. Es cierto que a veces la espectacularidad visual eclipsa un poco la interacción con el entorno —aquí se viene más a mirar que a tocar—, y algún gesto robótico en los NPCs te saca del embrujo. Pero aun con sus limitaciones, pocos juegos consiguen que perderse sea tan placentero.
Dinosaurios letales y humanos despistados
Lo de Horizon Zero Dawn con las máquinas no es solo cantidad, es personalidad. Aquí cada robot tiene su propio rollo: algunos te miran de reojo mientras pastan tranquilos y solo atacan si te pones pesado, otros patrullan como si fuesen policías del apocalipsis y los grandes… bueno, los grandes básicamente te dicen “aquí mando yo” solo con aparecer.
No es el típico enemigo genérico que va de frente sin pensar. Hay máquinas que se te quedan mirando, dudan, tantean el terreno antes de saltarte encima. Otras, en cuanto huelen el peligro, salen corriendo sin mirar atrás. Y luego están los bichos organizados, que si les das pie, te rodean en plan jauría y te hacen sudar la gota gorda, incluso hay que son inteligentes y no caen en las trampas que pones en el suelo.
Y ahora llegan los humanos… aquí la cosa baja un par de escalones. La IA de los bandidos y cultistas deja bastante que desear. Los puedes eliminar uno a uno en sigilo, a plena vista, y muchas veces ni se enteran. Parecen más maniquíes con armas que rivales inteligentes.
En combate directo, los humanos tienden a cometer errores básicos: se asoman mal, se agrupan en lugares sin cobertura y suelen volver a la normalidad demasiado rápido después de que desaparezcas. A veces da la sensación de que están ahí solo para rellenar el mapa.
Así que ya sabes: en Horizon, la selva la dominan los robots, y son ellos los que te ponen las cosas realmente difíciles y divertidas. Los humanos, en cambio, están más para hacer bulto y repartir puntos fáciles. Al final, vienes a por la acción de dinosaurios mecánicos y, sinceramente, ni te acuerdas de que los malos de carne y hueso estaban por ahí pululando.


Pulido en PS4, tropezones en PC
Primero lo clásico: en PS4, Horizon Zero Dawn era todo un portento técnico. Corre a unos 30 FPS sólidos en la consola base, con resolución dinámica que solía rondar el 1080p, y lo aguantaba todo sin despeinarse, desde peleas multitudinarias hasta paseos por paisajes repletos de detalles. Los tiempos de carga eran decentes para la época, y los bugs graves escaseaban. Si alguna vez veías a una máquina bailando breakdance o a Aloy montando el aire invisible, era más una anécdota graciosa que un problema real. En PS4 Pro el espectáculo subía de nivel: el juego podía verse a 4K checkerboard y mantenía ese toque robusto y pulido que esperas de un exclusivo de Sony. Guerrilla no inventó la pólvora, pero sí dejó el listón bien alto para lo que era posible en un mundo abierto de esa generación. Si jugaste en consola, te encontraste una experiencia muy estable, incluso con alguna rareza simpática de por medio.
Ahora vamos a la versión de PC, que es donde me lancé este año. Aquí la historia ha tenido de todo: el port en su lanzamiento fue bastante accidentado, con crasheos, stuttering y bugs que hicieron sudar hasta a los más pacientes. Pero a día de hoy, después de toneladas de parches y el buen hacer de Nixxes, la cosa es otra. Mi experiencia: un solo crash en decenas de horas (lo típico que da más rabia que problemas reales) y por lo demás, el juego se mantiene estable y fluido. Los 60 FPS se alcanzan sin dramas en un equipo moderno, las opciones gráficas permiten ajustarlo casi todo y tienes lujos como ultrapanorámico, FOV personalizado y un benchmark útil para tunear tu experiencia. ¿Bichos raros? Alguno, claro: máquinas que se quedan colgadas, NPCs mirando al horizonte en trance existencial o alguna física que desafía la lógica, pero todo dentro de lo habitual para un sandbox masivo.
Nada de bugs rompepartidas, nada que te saque de la experiencia o te haga odiar la vida. Puedes perderte en el mundo, cazar robots, flipar con los paisajes y olvidarte del infierno técnico que fue el port de lanzamiento. Si alguna vez pensaste que Horizon Zero Dawn en PC seguía siendo un territorio hostil para los jugadores, actualízate: ahora lo más peligroso no es un crash, sino que te distraigas haciendo fotos mientras un bicho de veinte toneladas te pisa la cabeza.
Conclusión final sobre Horizon Zero Dawn
Horizon Zero Dawn no es perfecto, pero tampoco lo pretende. Es un mundo abierto que apuesta todo al espectáculo visual, a la acción contra bestias mecánicas y a una historia que, aunque tira de clichés, sabe engancharte a base de misterio y lore. Aloy se gana el puesto de heroína sin despeinarse, el combate contra máquinas es un vicio, y el paisaje invita a perderse hasta olvidarte de la misión principal.
Ahora bien, quien venga buscando innovación pura en mecánicas o una narrativa digna de Pulitzer, se va a topar con los límites del “más de lo mismo” en sistemas de progreso, recados y esos humanos que parecen puestos ahí para hacer bulto. Hay mucho icono que limpiar, mucha cara inexpresiva y algunas cosas que huelen a plantilla de sandbox.

