Hay juegos que no llegan con fanfarria ni con un tráiler explosivo en el E3, pero aun así se ganan un hueco en tu memoria. Greak: Memories of Azur es justo de esos. Fue desarrollado por Navegante Entertainment, un estudio mexicano pequeño que con este título debutó en 2021 y consiguió llamar la atención de medio mundo. No todos los días un equipo nuevo se lanza con una propuesta tan cuidada y consigue ponerla en consolas y PC desde el primer día.
Lo que propone no es un RPG masivo ni un metroidvania gigantesco, sino una aventura más íntima, casi artesanal, donde el foco está en la unión de tres hermanos que intentan sobrevivir en un mundo tan bello como hostil. Y ahí está el truco: Greak no te grita “mírame”, te susurra con un arte dibujado a mano, una música envolvente y una jugabilidad que sorprende por su frescura.
Lo interesante de analizar un juego como este es ver hasta dónde consigue brillar con lo que tiene y en qué momentos se le notan las costuras. Así que, si quieres saber qué hace grande a esta pequeña aventura —y también en qué patina—, vamos a verlo en detalle.

Un cuento de hermanos en medio del caos
Hay juegos que te tiran una enciclopedia de lore en la cara y otros que prefieren contarte lo justo para que lo sientas más que leerlo. Greak se va por el segundo camino. Aquí no hay diálogos kilométricos ni cinemáticas de media hora: lo que impulsa la historia es algo mucho más sencillo y directo, la unión de tres hermanos que intentan sobrevivir en un mundo que se desmorona.
La trama parte de una idea muy básica, casi de cuento: los Courines, la raza a la que pertenecen nuestros protagonistas, está siendo arrasada por los Urlags. Lo que comienza como la búsqueda de Greak por reencontrarse con sus hermanos, poco a poco se convierte en un viaje compartido, donde la familia es lo único que se interpone entre la esperanza y la extinción.
La progresión de la historia se siente como un viaje con propósito. Cada paso que das, cada reencuentro y cada escenario nuevo refuerzan esa sensación de que avanzas hacia un objetivo claro: escapar de Azur. No hay giros de guion inesperados ni sorpresas descomunales, pero tampoco las necesita, porque lo que atrapa no es tanto lo que pasa, sino la forma en que lo vives junto a los personajes.
A nivel emocional, es un juego que puede tocarte la fibra si entras en su propuesta. No pretende ser un drama épico, pero sí logra transmitir ese vínculo familiar, ese “vamos juntos o no vamos” que sostiene la aventura. Es verdad que algunos jugadores pueden sentir que la historia es algo superficial o que no profundiza demasiado en el mundo de Azur y sus facciones, pero para otros, esa sencillez es precisamente lo que la hace efectiva. Es una narrativa ligera, pero con un trasfondo emotivo que acompaña de manera natural a la experiencia de juego.
Cuando cada frame es una ilustración
Si hay un apartado que convierte a Greak: Memories of Azur en un título inolvidable, es sin duda su arte. Desde el primer instante se percibe que no estamos frente a un simple indie, sino a un trabajo artesanal en el que cada trazo fue dibujado a mano con una dedicación casi obsesiva. El resultado es un estilo visual que parece sacado de un cuento ilustrado, donde cada animación fluye con naturalidad y transmite emoción sin necesidad de palabras.
Los escenarios son un deleite constante. El juego te lleva de bosques luminosos a cuevas opresivas, de pueblos en ruinas a templos que parecen respirar historia, y todo está lleno de detalles que refuerzan la sensación de estar dentro de un mundo vivo. La vegetación se mueve con suavidad, el agua refleja la luz con un cuidado especial y hasta las partículas en el aire parecen formar parte del ambiente de Azur. Lo bello es que, aunque sea un mundo devastado por la guerra, el arte nunca deja de recordarte que todavía hay belleza en medio de la tragedia.
Los protagonistas también están diseñados con ese mismo cuidado. Greak transmite juventud y esperanza en cada uno de sus movimientos rápidos y expresivos, Adara flota con una calma serena que refleja su lado espiritual y Raydel se impone con la fuerza y firmeza de quien carga con la responsabilidad de proteger a los suyos. Lo interesante es que estas diferencias no solo se notan al jugarlos, sino que se sienten en la manera en que están dibujados y animados, como si el diseño visual ya te contara una parte de su historia antes de abrir la boca.
Lo más especial es cómo esta dirección artística se conecta con la narrativa. No se limita a ser un envoltorio bonito, sino que potencia las emociones que transmite el juego: la sensación de fragilidad, la unión de los hermanos y el contraste entre lo hermoso y lo hostil. Es un recordatorio de que el 2D, cuando se hace con talento y coherencia, puede ser tan impactante como cualquier gráfico hiperrealista. Greak no solo se juega, también se contempla, y en cada instante te invita a detenerte y admirar el mundo que sus creadores han pintado para ti


Tres hermanos, un solo control
Más allá de lo bonito que luce, Greak: Memories of Azur consigue brillar en cómo se juega. La jugabilidad es el corazón del título y se construye sobre tres pilares básicos: la exploración, el combate y los puzzles. La mezcla puede sonar familiar si pensamos en otros metroidvania, pero aquí se siente con un ritmo distinto, más íntimo y enfocado en la cooperación.
Lo primero que sorprende es el control de los personajes. Cada hermano tiene habilidades únicas que cambian por completo la manera de enfrentar los retos. Greak es ágil, rápido, un especialista en el combate cuerpo a cuerpo y el arco, ideal para moverse con soltura por plataformas y responder con reflejos. Adara aporta un contraste total: su magia y su capacidad de flotar dan un respiro más calmado y estratégico, abriendo caminos y resolviendo puzzles con un toque místico. Raydel, por otro lado, se siente pesado y contundente, con su armadura y su escudo que le permiten resistir lo que para los demás sería mortal.
La verdadera magia del juego está en cómo alternas entre ellos. Puedes manejarlos de uno en uno, cambiando según la situación, o intentar controlarlos juntos, lo que añade un desafío extra. Es un sistema que puede resultar algo exigente, porque coordinar varios personajes en tiempo real no siempre es fácil, pero ahí está precisamente parte del encanto: esa sensación de que el éxito depende de tu capacidad para mantener unida a la familia en medio del caos.
Los puzzles y las plataformas están diseñados con inteligencia, siempre obligándote a pensar en el personaje adecuado para cada situación. Hay secciones en las que necesitas la agilidad de Greak, otras en las que solo Adara puede avanzar con su flotación, y momentos donde Raydel se convierte en el escudo imprescindible. Esa integración hace que resolver los retos sea satisfactorio, porque sientes que no se trata de usar poderes al azar, sino de entender cómo funciona cada hermano y cómo encajan entre sí.
En cuanto al combate, no es complejo ni pretende reinventar nada, pero funciona. Es simple y directo, con ataques rápidos, proyectiles y algunas habilidades especiales que, combinadas con el manejo de varios personajes, mantienen la acción fresca. No busca ser un hack and slash explosivo, sino un sistema que cumple su función y acompaña a la exploración y los puzzles sin restarles protagonismo.
Cuando lo técnico no estorba, se disfruta más
Un juego puede ser precioso y tener buenas ideas, pero si va a tirones se convierte en un suplicio. Greak, por suerte, no cae en esa trampa. Desde el primer minuto se nota que está bien construido a nivel técnico, algo que se agradece viniendo de un estudio indie que debuta con su primer gran proyecto.
En PC corre sin problemas, no pide un maquinón para lucir sus escenarios pintados a mano y la fluidez se mantiene incluso en combates con mucho movimiento. En consolas mayores, tanto en PlayStation como en Xbox, la experiencia es sólida, sin caídas molestas ni tirones que rompan la magia del viaje.
La verdadera prueba de fuego estaba en Nintendo Switch, porque todos sabemos lo que pasa: hay juegos que ahí se sienten como versiones recortadas. Con Greak no ocurre. Evidentemente se nota menos nítido que en PC o PS5, pero conserva su encanto artístico y rara vez pierde estabilidad. Solo en momentos muy puntuales, cuando la pantalla se llena de efectos, el rendimiento puede resentirse un poco, pero nada que te saque del juego.
Los bugs tampoco se convierten en un dolor de cabeza. Algún personaje que se queda atascado si intentas forzar demasiado las mecánicas de control múltiple o colisiones un poco raras, pero nada de cuelgues serios ni errores que arruinen una partida. Es de esos casos donde la parte técnica no busca presumir de músculo, pero hace lo que tiene que hacer: mantenerse invisible para que todo lo demás brille.


Orquestando la magia entre la calma y el caos
Si la dirección artística de Greak te atrapa con la vista, el sonido se encarga de terminar de envolverte. Es uno de esos juegos donde vale la pena ponerse unos auriculares y dejarse llevar, porque la música y los efectos no son un simple acompañamiento, sino una parte fundamental de la experiencia.
La banda sonora apuesta por un estilo orquestal y atmosférico que va cambiando según lo que ocurre en pantalla. En los momentos tranquilos suena suave, casi melancólica, como si el propio mundo estuviera recordando tiempos mejores; pero cuando llega la tensión, la música sube con fuerza y le da al combate un toque épico sin necesidad de ser estridente. Es ese tipo de soundtrack que no invade, sino que se mete por debajo de la piel y te empuja a seguir adelante.
Los efectos de sonido cumplen con ese mismo nivel de cuidado. Los ataques tienen impacto, el entorno respira con crujidos, viento y agua que parecen reales, y hasta las criaturas enemigas tienen sonidos que las hacen más amenazantes de lo que se ven. Son pequeños detalles que suman inmersión y hacen que Azur se sienta un lugar vivo, no un simple fondo pintado.
Y luego está el detalle curioso del idioma inventado. No hay un doblaje tradicional, pero sí una forma de comunicación que le da personalidad al mundo. Escuchar a los personajes hablar en esa lengua ficticia ayuda a reforzar la sensación de estar en un universo distinto, con su propia historia y cultura. Puede parecer un recurso menor, pero funciona de maravilla para la inmersión.
El sonido en Greak no es solo un adorno, es parte del tejido del juego. Ayuda a darle emoción a la narrativa, refuerza la atmósfera y consigue que la aventura se sienta más íntima y envolvente.
Conclusión final Greak: Memories of Azur
Greak: Memories of Azur es de esos indies que, sin durar demasiado ni reinventar la rueda, se te quedan grabados por el cariño que transmiten. Su arte dibujado a mano es un lujo, la música acompaña con una sensibilidad especial y la jugabilidad, aunque sencilla, brilla gracias a la dinámica entre los tres hermanos. No es perfecto: manejar a varios personajes a la vez puede ser algo caótico y la historia no profundiza tanto como podría, pero aun así consigue dejar huella. Es una aventura pequeña, sí, pero con un corazón enorme.
