¿Estás listo para adentrarte en un mundo donde lo grotesco y lo sublime caminan de la mano? Blasphemous no es solo un juego; es una experiencia. Este título, lanzado en 2019 por el estudio español The Game Kitchen y publicado por Team17, nos transporta a Cvstodia, una tierra que respira penitencia, dolor y redención.
Lo que realmente golpea es su estética. Inspirada en el arte religioso y la Semana Santa andaluza, cada pixel parece rezumar devoción y tragedia. Es un mundo donde cada paso te desafía y cada enemigo te recuerda que aquí no hay lugar para los débiles. Si alguna vez te has preguntado cómo se sentiría caminar por una obra de arte renacentista teñida de sangre, este es tu juego.
Y no nos olvidemos del combate: brutal, implacable y tan justo como despiadado. Aquí no hay redención sin esfuerzo. Así que, ¿te atreves a enfrentarte a tu propia penitencia?
¿Te gustan los Dark Souls? La historia de Blasphemous es casi igual de ambigua.
A ver, ¿cómo explicarte lo que es Blasphemous sin que se quede corto? Este juego tiene una historia que parece más una experiencia que un relato. Todo gira en torno al Penitente, un tipo silencioso, perdido en un mundo que respira culpa y sacrificio. Y sí, lo primero que te atrapará es esa estética cargada de simbolismo religioso, inspirada en la Semana Santa andaluza. Pero ¿sabes qué? No solo es cuestión de apariencia, también está en el alma del juego.
La narrativa es de las que te dejan pensando… o confundido, según cómo lo veas. No te da respuestas en bandeja, todo se insinúa: descripciones de objetos, diálogos crípticos, situaciones que te hacen rascarte la cabeza y pensar, “¿qué acaba de pasar?”. Eso está genial si te gusta descubrir y teorizar, pero si prefieres una historia clara, aquí vas a sufrir un poco.
Lo que me hace ruido es que a veces parece que el juego quiere ser más profundo de lo que es. Las peleas con los jefes, por ejemplo, deben ser momentos que te sacudan, que te hagan sentir que estás cerrando un ciclo o enfrentando algo personal. Pero, ¿adivina qué? Muchas veces parece más un trámite que algo emocionalmente cargado. Es como si la historia se olvidara de conectar esos puntos.
La jugabilidad te castiga, pero, al mismo tiempo, te recompensa
Blasphemous es un juego que parece querer que lo ames y lo odies al mismo tiempo. Su jugabilidad tiene momentos que te hacen sentir invencible, pero también otros que te hacen preguntarte: “¿De verdad estoy disfrutando esto?”
La Mea Culpa, con su diseño brutal, es una extensión perfecta del mundo opresivo de Cvstodia. Al principio, cada golpe, cada parry, se siente como una victoria personal. Pero después de unas horas, te das cuenta de que no hay muchas sorpresas. No esperes encontrar una habilidad que cambie por completo la forma de jugar, como en Hollow Knight. Aquí todo es más directo, y aunque eso no es malo, puede llegar a cansar.
El diseño de niveles, eso sí, es increíble. Cada camino interconectado te invita a explorar, y siempre hay algo esperando: un secreto, un jefe o una trampa mortal. Y aquí está el problema: las trampas y plataformas. No siempre son justas. Hay momentos en los que fallar no depende de ti, sino de unos controles que a veces no responden como deberían.
¿Y los jefes? Visualmente son una obra de arte, pero la dificultad… bueno, digamos que no siempre está bien medida. Hay combates que se sienten como una prueba de resistencia más que de habilidad. Memorizar patrones está bien, pero repetirlo 15 veces porque el punto de guardado está al otro lado del mapa no es divertido.
Al final, Blasphemous es una experiencia intensa. ¿Vale la pena? Sí, pero tienes que estar preparado para los golpes, tanto dentro como fuera del juego.
Técnicamente, es muy robusto, con poco margen de mejora
Si hay algo que define el apartado técnico de Blasphemous , es la sensación de que The Game Kitchen exprimió cada gota de lo que Unity puede ofrecer. Pero, ¿es esto suficiente para sostener el peso de un mundo tan ambicioso? Bueno, eso depende de qué tan dispuesto estés a perdonar los pequeños trozos.
El rendimiento es, sin duda, uno de sus pilares. Mantener una tasa de cuadros estable en un juego tan exigente no es poca cosa, especialmente cuando estás rodeado de enemigos y efectos visuales por todas partes. Pero no es perfecto. Las colisiones a veces fallan en los momentos más inoportunos, especialmente en las plataformas, donde un salto mal calculado puede llevarte directo a una trampa mortal. Y no, no siempre será culpa tuya.
La optimización también merece su aplauso. En Switch, un hardware más limitado, el juego corre lo suficientemente bien como para no romper la experiencia. Pero no nos engañemos: los sacrificios en resolución y fidelidad visual están ahí, y aunque no destruyen la atmósfera, sí pueden hacer que el impacto del pixel art se sienta un poco diluido.
Donde el juego flaquea un poco más es en la interfaz. Los menús son básicos, funcionales, pero poco inspirados. No hay un esfuerzo por integrarlos con la narrativa o la estética del juego, y aunque cumplen su función, dejan una sensación de “esto podría haber sido mejor”.
¿Y qué pasa con los puntos de guardado? Aquí hay terreno para la polémica. La distribución es estratégica, claro, pero no siempre justa. Si te enfrentas a un jefe difícil y tienes que cruzar medio mapa tras morir, el desafío deja de ser emocionante y se convierte en una prueba de paciencia.
En términos generales, Blasphemous tiene un apartado técnico que hace mucho con poco, pero no sin sus contratiempos. Es un equilibrio entre lo impresionante y lo frustrante, como el propio mundo de Cvstodia
Un píxel art oscuro y religioso que le queda increíblemente bien
¿Qué es lo primero que sientes al adentrarte en Cvstodia? ¿Es la opresión de un mundo quebrado, o la fascinación ante su oscura belleza? En Blasphemous, el arte no es solo un complemento: es el alma misma del juego. Cada píxel está cargado de intención, cada escenario cuenta una historia, y cada enemigo parece salido de un retablo que mezcla devoción y horror.
El pixel art aquí no es simplemente detallado; es una declaración de intenciones. Los rostros tallados en las catedrales derruidas, las túnicas ensangrentadas de los flagelantes, o las espinas que adornan al Penitente hablan de una cultura profundamente arraigada en la penitencia y el sacrificio. ¿Te suena la iconografía de la Semana Santa andaluza? Aquí está llevada al extremo, a un lugar donde lo divino y lo grotesco se funden para crear algo que no puedes ignorar.
Y los colores… Oh, los colores. Predominan los tonos apagados, las sombras que te envuelven, pero de vez en cuando, un rojo brillante o un dorado reluciente corta la penumbra como una herida. ¿Sabías que ese contraste no es casual? Cada elección cromática parece gritarte: “¡Mira esto! Aquí hay algo importante”. Es arte que no solo se contempla; se siente.
Si alguna vez has jugado a Dark Souls o Bloodborne, quizá encuentres ecos de su desesperación aquí. Pero Blasphemous tiene un sabor propio, uno que rezuma cultura española y transforma lo familiar en algo completamente nuevo. Es un juego que no teme mostrarte su herencia, ni obligarte a mirarla a los ojos.
Una banda sonora solemne y brutal
¿Qué se escucha en Cvstodia? No son solo sonidos: son ecos de sufrimiento, murmullos de fe rota y gritos de un pasado que aún duele. En Blasphemous, el apartado sonoro no está ahí para acompañarte; está ahí para envolver tu alma, para que cada paso que des en este mundo te pese como una plegaria no respondida.
La banda sonora de Carlos Viola no es música cualquiera. Es un lamento constante, un canto desgarrador que mezcla cuerdas melancólicas y tonos graves con una intensidad que te cala los huesos. Las melodías no solo acompañan, sino que narran. ¿Has explorado Albero o las Montañas de la Congelación Perpetua? Si lo has hecho, recordarás esos temas que parecen contar historias de belleza y tragedia, de lugares hermosos que ya no tienen salvación.
Y luego está el silencio. Ese silencio que grita más fuerte que cualquier nota. Hay momentos en los que el juego se queda callado, dejándote con el viento, los crujidos de estructuras que tiemblan y los susurros que parecen venir de un lugar al que no quieres acercarte. Es un vacío que habla, que te invita a sentirte pequeño, frágil.
Cada sonido en Blasphemous tiene un propósito. Desde el impacto seco de la Mea Culpa hasta los cantos macabros de los enemigos, todo está diseñado para ser físico, para que cada acción se sienta como un golpe directo al alma. Incluso las voces de los personajes secundarios, con su tono ritualista y solemne, parecen parte de una ceremonia en la que tú eres el único asistente.
Blasphemous no solo se escucha. Se siente. Es como si cada nota y cada sonido fueran parte de la sangre misma de Cvstodia, latiendo junto a ti mientras exploras su desolación.
¿Ha habido innovación en Blasphemous?
¿Es Blasphemous un juego innovador? No, pero eso no significa que no tenga cosas que decir. Este título toma lo mejor de juegos como Dark Souls y Hollow Knight, lo envuelve en una atmósfera de culpa y penitencia, y lo presenta con un arte que te deja boquiabierto. Su originalidad no está en las mecánicas, sino en cómo se apropia de lo conocido para hacerlo sentir fresco.
La narrativa implícita y esa sensación de desolación te transportan directamente al universo de Dark Souls, mientras que la exploración de su mapa interconectado te hace recordar lo mejor de los metroidvanias clásicos. Pero hay algo que Blasphemous aporta que lo diferencia: su alma. ¿Qué otro juego te lleva a un mundo inspirado en la Semana Santa andaluza, lleno de flagelantes y altares caídos? Eso no lo ves todos los días.
Aunque su combate es sólido, aquí viene la pega: no avanza mucho más allá de lo básico. Los movimientos del Penitente son efectivos, pero carecen de la variedad que otros títulos del género ofrecen. No encontrarás habilidades que cambien completamente la dinámica del juego, y eso puede dejar con ganas de más a quienes buscan algo más profundo.
Lo que salva a Blasphemous es su capacidad para contarte historias sin necesidad de decir mucho. Su arte, su música, su atmósfera… todo habla de un mundo único, aunque las mecánicas no siempre estén a la altura de esa ambición.
¿Cuánto dura Blasphemous?
La duración de Blasphemous es como su mundo: cambiante, dependiendo de cuánto quieras adentrarte en él. Si decides centrarte en la historia principal, enfocándote en avanzar sin distracciones, puedes terminar en unas 10-12 horas. Pero no te engañes: esas horas no serán un paseo. Los combates contra jefes como Ten Piedad o Quirce pueden poner tus reflejos y paciencia a prueba.
Ahora, si decides explorar un poco más, dedicar tiempo a las misiones secundarias y perderte en los detalles de Cvstodia, el juego crece. Hablar con personajes como Redento, cumplir encargos secundarios y encontrar reliquias como el Pulmón Plateado de Dolphos te llevará unas 15-20 horas. Aquí es donde empiezas a ver que cada rincón cuenta una historia, cada objeto tiene un propósito, y cada encuentro añade profundidad a tu experiencia.
Y para los completistas… bueno, este es tu terreno. Si quieres llegar al 100%, desbloquear todos los finales alternativos y encontrar hasta el último secreto, te esperan entre 25 y 35 horas. ¿Has oído hablar de las Lágrimas de Enmienda o los objetos que solo aparecen si cumples requisitos específicos? Esos detalles son los que alargan el viaje, pero también lo hacen más gratificante.
Lo mágico de Blasphemous es que no te obliga a nada. Puedes jugarlo como quieras, y siempre te premiará por tu esfuerzo, ya sea con una historia poderosa o con los secretos más profundos de Cvstodia.
Conclusión:
Blasphemous es un juego que pide mucho de ti, pero también te da mucho a cambio. Desde el primer paso en Cvstodia, te envuelve con su estética opresiva: el pixel art tiene un nivel de detalle que parece casi táctil, y la música, con su tono solemne, transforma cada rincón en una experiencia sensorial.
La jugabilidad tiene sus luces y sombras. El combate es desafiante y satisfactorio, pero no esperes demasiadas sorpresas. Es sólido, sí, pero puede sentirse algo repetitivo si vienes de otros juegos del género. Y luego están las plataformas, que requieren una precisión que a veces choca con unos controles que no siempre responden como deberían.
La narrativa, por otro lado, es un rompecabezas. Cada personaje parece hablarte en enigmas, cada objeto tiene una descripción que sugiere más de lo que cuenta. Para quienes disfrutan de unir piezas y construir historias por su cuenta, es un festín. Pero si buscas respuestas claras, es posible que termines con más preguntas que satisfacciones.
Donde realmente brilla Blasphemous es en cómo todo está impregnado de su contexto cultural. Su inspiración en la Semana Santa andaluza y la iconografía religiosa española no es solo un decorado: es la esencia del juego. Aunque toma ideas de títulos como Dark Souls o Hollow Knight, su enfoque temático y artístico lo hacen destacar como una obra única dentro del género.